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Al comienzo de la liga el debate se centraba en si alguien podría hacer sombra al Madrid y al Barcelona dada su aparente superioridad deportiva. Pues bien, tras nueve jornadas de competición, un equipo inesperado, la Unión Deportiva Levante, se ha colado en lo más alto de la tabla. Es cierto que su proyecto no está pensado para ganar la liga ni su objetivo es otro que la permanencia en primera división pero la garra, el optimismo y la confianza con la que afrontan los partidos hacen que en la afición del Levante se haya despertado un virus difícil de erradicar: la ilusión.

La fascinación por el ejemplo de gestión y compromiso del equipo valenciano ha llegado más allá de nuestras fronteras, despertando la admiración de los aficionados, que no entiende como un equipo con 23 millones de presupuesto y una plantilla que cobra alrededor de los ocho millones de euros -cinco millones menos que el sueldo íntegro de Cristiano Ronaldo-, es capaz de codearse con los colosos de nuestra competición. Quico Catalán, su presidente, y Manuel Salvador Serra, su director deportivo, han sabido rescatar a un equipo que en 2008 se había declarado en suspensión de pagos por falta de solvencia y que estuvo a un paso del descenso administrativo por sus deudas. Su política de fichajes se ha centrado en cesiones y en incorporaciones de experiencia contrastada en la Liga BBVA, lo que le ha llevado a contar con la plantilla más veterana de la liga. Sin embargo, esto no ha sido un impedimento sino un acierto, ya que jugadores como Aruna Koné, Asier del Horno, José Javier Barkero o Sergio Ballesteros, que ya veían sus carreras truncadas por el paso del tiempo, han conocido una nueva oportunidad para triunfar, compitiendo en un equipo donde todos se sienten implicados y valorados.

En lo deportivo intentan mantener los pies en la tierra y en palabras de su entrenador, Juan Ignacio Martínez “su único objetivo es la permanencia y eso es en lo que tienen que pensar”.

Todo el mundo vaticina que allá por el mes de mayo, cuando la competición toque a su final, el equipo valenciano disfrutará de puestos menos privilegiados en la clasificación; pero, a día de hoy, los aficionados del Levante están inmersos en un sueño, como fue en 1981 tener a Johan Cruyff en sus filas. Pero esta vez no quieren despertar, no quieren acabar con el virus de la ilusión, no quieren volver a ver a su equipo en el pozo del descenso; sólo quieren soñar y de ello depende el valor de unos hombres que con firmeza, trabajo y esfuerzo quizás consigan hacer a un Levante campeón.

Artículo realizado por Adrián Lorenzo (nuevo redactor)

Categorías: Levante, Liga BBVA

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