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La Champions League por fin, se tiñó ayer de azul, del azul del Chelsea. Del azul de un proyecto multimillonario que ha resultado ganador cuando nadie se lo esperaba. Del azul de la camiseta de Drogba, para siempre ya en la leyenda de los blues. La Copa de Europa no quiso quedarse en Munich y se va a Londres…

Si hay alguien que merece esta Champions es Didier Drogba. El de Costa de Marfil lo ha dejado todo en el campo en las eliminatorias a doble partido y en la final, a sabiendas que esta era su última oportunidad de levantar la orejona. A su encomiable semifinal (ambos partidos) frente al Barça se le suma ahora una final de lucha y pundonor, de saber hacer las cosas, de querer ganar. Así, Lampard, Terry y el propio Drogba cumplen con su conjura hecha allá por febrero. La querían ganar, y lo han hecho.

El partido se presentó, mayormento, aburrido. Una guerra táctica casi sin sentido en la que ninguno de los dos sabía muy bien qué hacer con la pelota, pero el ritmo del partido y su timón lo llevaba el Bayern, hasta la acometida al final de la primera parte de los de Di Matteo.

La segunda parte siguió el mismo guión, sólo que el Bayern atacaba con más ansia y, o bien se encontraban con un inmenso Cech o con el infortunio o incluso con fallos por tan sólo milímetros en la definición de un pase o de un tiro. Aún así, el gol estaba al caer y fue Müller, en un remate de cabeza prodigioso saliendo de la nada, el que aplastaba los sueños de los aficionados del Chelsea en el minuto 83. Pero claro, el bueno de Drogba, que no había tirado en todo el partido (ni ninguno de sus compañeros), no quiso perder su última bala, y metió un golazo de cabeza para enmarcar. Era el minuto 87 y tocaba pensar en la prórroga.

En la prórroga hubo algo más de ritmo en los dos equipos y Cech y Neuer (vaya porterazo) salieron a relucir, para asegurar que sus marcos quedaban intactos, pudiendo llegar así a los agónicos penaltis.

El Bayern nunca había perdido en los penaltis en Europa. Nunca. Y el Chelsea había perdido las dos únicas veces que había llegado hasta ese fatídico final. La última, en la final contra el United. Y además, si empieza metiendo tu rival, y fallando tú el primero (Mata), apaga y vámonos.

Pero este equipo, que puede que no juegue bien al fútbol, es el mejor en una cosa: pelear. Neuer quiso demostrar su fortaleza mental en ese momento al querer tirar el segundo y meterlo increíblemente bien. Pero Cech es otro porterazo y lo demostró parando el cuarto y mandando Schweinsteiger el quinto al palo. La Diosa Fortuna quiso que el último penalti estuviera en manos de Drogba. El marfileño lo transformó y se transformó. Lo había conseguido, hizo a su equipo campeón de Europa.

Felicidades a un merecido campeón, a lo mejor no por juego, pero sí por huevos y por constancia. Felicidades a Drogba, y por supuesto a Mata, Torres y Romeu. ¡Felicidades Chelsea!

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Categorías: Champions

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